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Viajes

Visitas

Una de las mejores cosas de vivir fuera son las visitas, bueno algunas… Me encanta recibir visitas, estoy tan centrado en la rutina que a veces viene bien salir de ahí para volver a disfrutar de esta ciudad. En cada visita siempre descubres algo nuevo.

Esta es la ciudad de las bicis, y creo que es la parte más divertida de toda visita. Ver cómo la gente vuelve a tener 5 años y tiene que aprender a manejarla otra vez es simplemente tronchante. Cuando alguien viene por primera vez, le recomiendo entrenar con la bici antes, porque después pasa lo que pasa; caídas, un primo casi muerto atropellado,… Está claro que no es fácil cruzar por las vías del tranvía, mientras te pitan por detrás otras bicis, vienen coches, y esquivas autobuses. Una auténtica aventura, por eso hay que entrenar para ello, y la gente no se lo cree.
Aquí, en todo momento, el tiempo de un sitio a otro se calcula en minutos en bici, y es algo a lo que hay que acostumbrarse, pero la verdad es que en compañía se pasa siempre volando, además es un gran momento para ir de paseo. Todo el mundo con prisas, pero cuando hay visitas, no. Es el momento de disfrutar del paseo, volver a ver los mismos edificios, pero con otros ojos. De repente se convierte en otra ciudad, ves cosas que antes pasabas por alto, y sólo disfrutas del momento. Hasta que por supuesto aparece el maravilloso viento. No sé lo que pasa en esta ciudad, pero el viento siempre va en contra. Da igual que vayas en un sentido o en otro, o incluso si das la vuelta, en ese momento el viento se confabula contra a ti y gira para estar de cara de nuevo…
Pero vamos a pasar a otros temas, porque algo importante que nos pregunta todo el mundo es si hace falta paraguas. Ese es otro punto muy divertido, ver cómo la gente se cala por que el viento se lleva volando el paraguas. Cuando para la lluvia es periodo de recogida de paraguas rotos en la basura, un día los voy a recoger para venderlos al peso.

Siguiendo con las visitas, en la habitación de invitados tenemos un fabuloso mapa de la ciudad con alguna ruta marcada para cuando no podemos ir nosotros porque trabajamos, la gente pueda ir por su cuenta y no perderse nada de lo más típico. Y cuando nos unamos nosotros ir a tomar una cerveza al molino, y estar allí toda la tarde disfrutando del atardecer, rodeados de españoles, porque parece que Dios nos cría y el molino nos junta…

También, cuanto más tiempo pasamos aquí, vamos descubriendo nuevos sitios, y está claro que las visitas que teníamos los primeros meses no vieron lo mismo que las ultimas, pero con cada una de ellas ha sido distinta y por supuesto especial.
Con todas y cada una de ellas, tengo anécdotas; mi hermana casi mata a un taxista que quiso discutir con ella. Se llevó la lección aprendida de que no hay que discutir nunca con un León.
También es importante apreciar los regalos que te traen, y si es embutido no pesarlo delante de ellos, no entiendo en qué manera eso puede ofender… pero bueno, ni una broma se puede hacer 😉.
Otro punto importante es que si dejas tu bici a las visitas sepan llevarlas y no se caigan a la primera, o el último día, además de que para llegar aquí también no perder el vuelo. No diré quién fue porque seguro que prefiere el anonimato, pero… para matarlos.
Más visitas importantes, son las que vienen y acaban jugando al fútbol porque no son suficientes en el equipo, hay gente que eso lo lleva en las venas, y unas cervezas para celebrarlo después nunca fallan.
En otra visita, aprovechamos que venían de Soria para celebrar el jueves lardero, está claro que estén donde estén, los sorianos no cambian sus costumbres.
Hasta una pedida de matrimonio hemos presenciado. Anda que alguno se viene lejos para hacerlo, además de preparar todo perfecto y que al final todo salga mal y tener que pasear dos días con el anillo en el bolsillo por que el sitio perfecto para pedirlo se hizo de rogar… eso sí, los astros se unieron a la pedida y fue en un campo de tulipanes al lado de un lago, mientras un par de cisnes pasean por él, a ver quién supera eso ahora…
Y la anécdota que más recordaré, fue dando un paseo por los canales, con nuestra música, disfrutando unos amigos de la ciudad desde otro punto de vista, hasta que se hizo el silencio… todo el mundo mirándose a los ojos porque nadie entendía nada. De repente el que estaba manejando el barquito saca el brazo que lo tenía dentro del agua y ¡chas! ahí estaba el motor. En un giro de repente se nos había caído el motor al canal, y no sé cómo lo conseguimos salvar… son de esos momentos que hay tensión máxima, pero recordados con perspectiva son para reírse. cómo pudo acabar eso ahí… nunca hay que fiarse de las aguas revueltas de los canales de Ámsterdam.

Estos son sólo unos ejemplos de momentos que nunca olvidaré. De gente que quiso pasar tiempo con nosotros y que disfrutamos al 200%.
Sólo espero que esto anime a más gente a venir (pero no todos a la vez por favor) o si alguno quiere repetir. Pero tenemos una condición, a esta casa se entra con jamón serrano, que estos holandeses no saben lo que es bueno.

¡Os esperamos con los brazos abiertos en busca de nuevas aventuras!

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